Historia de la Cervecería

Orígenes

En 1917, la familia Meyer funda, junto a Marín Agst, la fábrica de cervezas Córdoba sobre las márgenes del río Suquía, símbolo de la industrialización, el progreso y la modernidad. Años después, en 1923, se incorpora Fermin Flores constituyéndose como Sociedad Anónima. La fábrica se convierte en fuente de trabajo para los vecinos del barrio y también un dinamizador urbanístico, atrayendo a muchos inmigrantes, especialmente alemanes.

En Buenos Aires, se gestaba un consorcio cervecero. Otto Sebastian Bemberg, dueño de la cervecería Quilmes, adquiere las cervecerías Schlau y Palermo y se fusiona con las Germania y Buenos Aires conformando el Consorcio Cervecero Unión. La creación de este consorcio complica a los demás actores del sector que tenían cada vez más dificultades para acceder a la malta y el lúpulo. 

Hacia 1931, el consorcio adquiere la Cervecería Córdoba y ya para el final de la década el grupo Bemberg controlaba el mercado cervecero nacional. 

El consorcio es intervenido luego del golpe del 43 ya que se trataba de un grupo industrial muy poderoso. Al fallecer Bemberg, y luego de un juicio sucesorio y sanciones por declaraciones fraudulentas, las empresas del grupo quedaron en manos del Estado en 1954, entre ellas la Cervecería Córdoba.

En 1955, poco antes del golpe de estado que derrocó a Perón, gracias a una línea de créditos otorgados por el gobierno la Cervecería Córdoba fue adquirida por el sindicato, cuya delegación en Córdoba había sido creada el 28 de febrero de 1948.

En 1960, durante el gobierno de Arturo Frondizi, los bienes son devueltos a sus antiguos herederos. Algunas versiones indican que fue debido a las estrechas relaciones de Bemberg con grupos franceses, y que esta restitución fue exigida por el Club de París cuando la misión Verrier buscaba inversiones extranjeras. 

En la dictadura de Videla fue comprada por una sociedad integrada por Bodegas Esmeralda, Saestru y Cerveza Río II. A comienzos de los 80 la planta mantenía bajos niveles de producción y sin la reinversión necesaria, quizás como toda la industria nacional, ahogada por un plan económico orientado prioritariamente a la especulación financiera. 

Ya a fines de 1982, la Cervecería Córdoba tenía una deuda equivalente a dos años de facturación, apenas unos cuarenta obreros y un profundo deterioro. Encuentra un nuevo dueño: el grupo nacional DULCEMAR propietario de medio centenar de empresas de diversos rubros. 

La vuelta a la democracia generó enormes expectativas en todo el país y mucha esperanza en recuperar el rumbo de la industria nacional. Entre 1983 y 1987 la fábrica quintuplicó su producción, llevándola a 400.000 hectolitros por año y de proveer al 4% del mercado nacional pasaron al 14%. Por primera vez produjeron cerveza negra como la célebre inglesa, los dos vendedores pasaron a ser una fuerza de cuarenta personas y los obreros de la planta, que se habían reducido a menos de medio centenar, llegaron a ser más de trescientos.

Desafortunadamente la economía argentina, golpeada por la hiperinflación, pone fin a este renacer de la fábrica. Llega la flexibilización laboral, un eufemismo para hablar de despidos y pérdida de derechos.

Foto: CDA/UNC – Colección Antonio Novello

Imagen de la Cervecería vista desde el río (Foto: CDA/UNC – Colección Antonio Novello)

Camiones de Cervecería Córdoba en el playón de la fábrica (Foto: CDA/UNC – Colección Antonio Novello).

Historia de la Cervecería

Desmanejos y vaciamiento

La cervecería no podía ser la excepción de la industria nacional cuando se iniciaba la era de privatizaciones, desguaces y cierres. La mayor parte del paquete accionario fue adquirido a principios de los 90 por el empresario Rios Seoane dueño de la cervecería Bieckert.

La gestión de Seoane frente a la Cervecería Córdoba fue nada más que previsible. Los trabajadores estaban más preocupados que el mismo dueño por la fábrica que se iba vaciando.

Entre desmanejos empresarios, resistencia de los empleados e intervenciones de la justicia, para 1997 se declaró la quiebra y la empresa pasó provisoriamente a manos del empresario Carlos Stabio hasta que la “justicia” resolviera la situación. Es decir, transfiriera legalmente la empresa a la persona o grupo dispuesta a comprarla. 

En este breve lapso de tiempo, Carlos Stabio y los trabajadores dieron muestras claras de la voluntad de mantener la cervecería funcionando. Incluso se consideró la posibilidad de un acuerdo con Stabio en el que los trabajadores aportarían lo que les correspondiera de indemnización además de solicitar un crédito al banco de Córdoba. De ese modo, la compra de la quiebra resultaría en una cooperativa.

Al cumplirse los plazos que estipulaba la ley, Stabio hizo su oferta que no solo era económica (incluía la fábrica en marcha y el personal trabajando), sino también una oferta social y con el apoyo de los empleados para que la planta quedara en manos de Stabio con quien había un razonable entendimiento.

En la misma mesa, frente al juez, estaba la contraparte presentando solo una propuesta económica: el abogado representante de CICSA, Compañía Industrial Cervecera, subsidiaria de la CCU-Lucsik. Un holding chileno que reunía también capitales estadounidenses y alemanes y ya operaba en la Argentina con las marcas Budweiser, Schneider, Salta y Santa Fe. La oferta del holding chileno duplicó la del Ingeniero Stabio y así, en marzo de 1998, se apoderaron de la propiedad y el destino de la Cervecería Córdoba. Este holding chileno fue claro desde el principio: habían comprado la planta y la marca para hacer negocio con ellas. Los trabajadores de la planta no eran de su incumbencia, deberían buscar un nuevo trabajo.

Fotos: Laura Lencina

Historia de la Cervecería

La vida en el barrio

En sus comienzos, la Cervecería era una industria con todo lo que esa palabra significaba en aquellos años. No sólo producía cerveza sino también un nuevo modo de organización social que iría alejando a la Argentina de su modelo tradicional agrario dominante en gran parte del país. La industrialización implicaba urbanización y con ella políticas de salud y educación abriendo, además, nuevos espacios de interacción social como el club o el sindicato.

En el entorno de la cervecería se construyeron casas para los capataces, especialmente sobre las calles Tablada y sobre Ingeniero López. Los Meyer habían comprado también los terrenos aledaños que paulatinamente fueron adquiridos por los trabajadores, trabajadoras y sus familias. El trabajo fue entretejiéndose con la vida social y familiar, las amistades y toda una nueva cultura popular. Durante años los 1° de mayo se celebraron con una gran fiesta organizada por la empresa, con mesas dispuestas en el playón de carga y descarga de la producción. 

La fábrica era un espacio digno de ser visto. Tanto es así que recibió visitas relevantes, entre ellas a Josephine Baker.

Desde la empresa se impulsó el “Club Cervecería Córdoba” de carácter social y deportivo, con tanto éxito que al correr de los años la institución fue prescindiendo del apoyo económico de la fábrica hasta lograr su total autonomía. La cancha de básquet fue la primera de Córdoba en contar con piso de mosaicos y estaba ubicada en la esquina de Ingeniero López e Igualdad. 

Gracias al repunte conseguido luego de la vuelta a la democracia, la fábrica recupera su mística fundacional. Se volvieron a abrir las puertas para las celebraciones. Para fin de año y en ocasiones especiales, las familias de los trabajadores se reunían en el predio de la planta a compartir chopeadas o chocolates según mandara el clima.

Hasta el Club de la Cervecería resurgió por iniciativa de los trabajadores que volvieron a practicar deportes y formaron un sólido equipo de basket.

Foto: CDA/UNC – Colección Antonio Novello

Equipo de Básquet de la Cervecería Córdoba – 1947 – 1957 (Foto: Colección Ribecky)

Fiesta de Navidad. 25 de diciembre de 1940 (Fotografía de Susana Sarnago)

Acto 1 de Mayo de 1947. (Fotografía de Susana Sarnago)

Visita de Josephine Baker y su consorte Conde Pippino. 8 de octubre de 1920 (foto: CDA/UNC – Colección Antonio Novello)

Historia de la Cervecería

Demolición de la chimenea

Todo el barrio y buena parte de la ciudad sintieron que les arrancaban un pedazo del cuerpo cuando se demolió la chimenea. Para Villa Paéz era algo así como la Torre Eiffel para la ciudad de París o El Coliseo para los romanos. Pero esto no es Roma ni París, sino un paraje orillero: las orillas del Suquía.

Un ensordecedor ruido de ladrillos cayendo, destruyendo, desapareciendo, símbolos del barrio, símbolos de una época, símbolos de un país que se industrializaba y se educaba y crecía. En su caída, la chimenea arrastraba aquel modelo de país que fuimos construyendo durante buena parte del siglo XX y anunciaba el regreso de la primarización, el monocultivo, el país rural de los señoríos, de los dueños de la tierra y ahora también especuladores financieros.

A partir de la demolición de la chimenea, renació en el barrio una voluntad de justicia. El reclamo de un gesto reparador. Por eso Alberdi, Alto Alberdi y Villa Paez se empeñan en recuperar y preservar los restos de la cervecería. En evocar su chimenea como un tótem que nos da sentido y nos alerta sobre el porvenir.

Foto: www.diarioc.com.ar