museo de la cervecería córdoba

Toma obrera

Cuando el 4 de mayo de 1998 se hicieron presentes en la fábrica las nuevas autoridades (el holding chileno CCU-Lucsik) encabezadas por el abogado Garzón, la decisión para hacer frente al cierre definitivo fue clara. La cervecería fue tomada por los trabajadores en defensa de la fuente de trabajo, dando comienzo a una memorable página de la historia de las luchas obreras. Esta toma era en realidad la tercera de la historia de la fábrica: la primera había sido para reincoporar compañeros despedidos y la segunda, en 1996, para garantizar puestos de trabajo.

En la toma no solo actuaban los trabajadores sino las familias y, además, fue ganando el barrio y expresándose también en el centro de la ciudad. Las mujeres del barrio, los hijos y las hijas de los trabajadores hicieron volantes y los distribuyeron, hicieron colectas, hicieron de comer para sus esposos, novios, padres o hijos, que sostenían la medida de fuerza bajo amenazas diversas.

La orden de desalojo no se hizo esperar, pero la resistencia de los trabajadores y las expresiones solidarias frenaron el accionar policial. 

El fiscal a cargo los visitó ofreciéndoles un subsidio para que abandonaran la toma, intentaron convencer a las mujeres, hasta entender que no eran ellas, ni  ellos, sino toda una comunidad en lucha. Hasta en la cancha de Belgrano y de Talleres, durante los partidos, comenzaron a aparecer banderas con mensajes solidarios con los cerveceros.

La unidad comenzó a resquebrajarse al mes y medio bajo presión de la justicia y ofrecimientos de algún subsidio. Era invierno, durmiendo en cartones en el suelo de la fábrica. Tampoco faltaron los matones diciendo a los pibes que iban a matar a sus padres si seguían con la toma. Aún así, pasaron 105 días en un acto de resistencia de esos que escriben la historia de  Córdoba. 

Sin embargo, la unidad debilitada encontró en una noche fría de un 17 de agosto su final. Casi sin comprender lo que pasaba los arrancaron del sueño, para sacarlos esposados hacia la oscuridad helada. Los llevaron al paredón, simbólicamente quizás, de la callecita interna de la fábrica. Allí los pusieron en fila. Fue un operativo digno de Hollywood. El ETER, 40 efectivos de elite, los redujo, además del apoyo del GES (Grupo Especial de Salvamento) y un cuerpo de bomberos para sofocar potenciales derrames o incendios. Un despliegue digno de enemigos más peligrosos.

En los alrededores apostaron doscientos policías. Ninguno era de la ciudad de Córdoba. Los trajeron del interior de la provincia para que fuesen ajenos a los hechos, porque era sabido que la solidaridad por los cerveceros iba ganando también a los uniformados que, en más de una oportunidad, habían filtrado información sobre los planes para reducirlos.

Crédito: Bibiana Fulchieri (1998)

Crédito: Bibiana Fulchieri (1998)

Foto: Laura Lencina